¿SE PUEDE HACER ARTE HOY?

Cuando una palabra como “Arte”, sobrecargada con veinticinco mil años de una concreta significación, difícilmente sirve para designarnos algo que poco tiene que ver con el concepto anterior, muchos interrogantes nos surgen.

Por si mismo el arte encierra un análisis conceptual, una valoración crítica de lo que la realidad nos plantea. Entendido así, la obra de arte se convierte en un punto de encuentro, en un lazo comunicante entre la realidad y el espectador con toda su (compartida o no) “carga social” a la vez que se convierte en una realidad nueva, con su magia, con sus colores, con su sonido, con su ritmo, con sus silenciosas imágenes, la obra de arte nos enseña a ver y sentir de otra manera.

En una sociedad como la nuestra, conflictiva y sorda desde sus bases, el término visto desde esa perspectiva puede ser sospechoso y hasta “subversivo” y por ello la educación artística en nuestro país se ha ido encausando hacia la técnica (tecnología). Pero más que una definición de términos, esto es una expresión de temor hacia todo aquello que desconocemos, lo que “no nos cabe en una estadística”, lo que no podemos “manipular”, lo invaluable, lo inmedible, es decir: la sensibilidad, la poesía, el libre albedrío,… el Arte.

Pero Quijotescamente hay quienes queremos formar artistas hoy. Que sepan Matemáticas –sí, que hablen muchas lenguas –sí, pero que sean seres libres, autónomos, creativos y sensibles, capaces de superar cualquier obstáculo.

Mientras nuestra economía se derrumba y el panorama se hace cada vez más sórdido, cuando el conflicto arrecia y nos entendemos cada vez menos, no olvidemos que “el arte es el idioma universal del espíritu” y que a falta de armas que aseguren nuestro destino, todo ser creador, junto a su cultura, junto a sus sentimientos, junto a sus emociones, junto a sus más íntimos recuerdos, lleva consigo su propia empresa: sus sueños.

F. Sánchez Caballero.

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