Vivimos en una sociedad de personas egoístas, de espíritus mezquinos e insignificantes, que instigados por un camandulero y por su trastocada capacidad para discernir, odian a su prójimo en nombre de Dios.
Vivimos en una sociedad de personas egoístas, de espíritus mezquinos e insignificantes, que instigados por un camandulero y por su trastocada capacidad para discernir, odian a su prójimo en nombre de Dios.